La realidad es que generalmente la gente no los discrimina pero tampoco, mayoritariamente, los incluye. No se sienten inhibidos por su situación, es algo natural en sus vidas que hasta a veces- cuentan algunos- llegan a olvidar. Pero el problema se presenta cuando “los oyentes” los tratan de manera especial, con buenas intenciones pero con no tan buenos resultados. El trato especial solo les recuerda que son diferentes y no les permite insertarse en la sociedad como uno más. No quieren que la gente tenga más cuidado con ellos que con otro ser humano, solo esperan ser considerados, incluidos y tener las mismas posibilidades sociales, económicas y culturas que todos. Les hace muy bien reunirse y enriquece mucho estar juntos, pero también necesitan- afirman- relacionarse con los demás y permitirse, y que les permitan, ser parte.
Es importante mencionar algo que seguramente todos saben: todos somos distintos en algún marco social. Y realmente sería muy difícil lograr que los sordos pasaran desapercibido pero también los de piel morena o los ciegos o cualquiera que pudiera observarse distinto a simple vista en un entorno determinado. Sería muy complicado en una sociedad como la que vivimos, en la que cualquier persona que no cumpla con algún detalle de los estándares sociales del ambiente en el que se encuentre, es mirado diferente. En una familia donde todos los hijos tengan título universitario menos uno, ése será mirado diferente. En un grupo de amigos que sean todos heterosexuales menos uno, ése será mirado diferente. En una clase de gimnasia a la que asistan como alumnos 9 mujeres y un hombre, el hombre será mirado diferente. En una reunión de sordo- mudos, un oyente será mirado diferente.
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